Gracias a ellas he conocido un mundo paralelo al nuestro, que en ocasiones se roza con el cotidiano y nos llena de asombro. He aprendido que las cosas no siempre son lo que parecen, y he encontrado las herramientas para cultivar la sensibilidad y el amor por todos los seres sintientes del Mundo.
Pero encontrarás Princesas y Maestros también. Ellos te ayudarán en el Combate. Ello no significa que lucharán por ti, pero tal vez puedan secar el sudor de tu frente, la sangre de tus heridas. Persigue al Demonio, acósalo, enfréntalo. Desciende hasta el fondo del infierno a buscarlo. Verás que se esconde y rehuye tu presencia. Cuando eso ocurra no pienses, sin embargo, que has triunfado.
Que en ese momento la cobardía no se apodere de ti y te haga cejar en la búsqueda. Si no lo ves cuando lo buscas, escarba en los rincones no explorados aún. Persíguelo día y noche. Aprende a reconocer sus huellas, sus olores, sus marcas. Y cuando lo encuentres, pártelo en dos de un sólo sablazo. Sin ira, pero con la fuerza del trueno. Obsérvalo cuidadosamente. Cerciórate de que está muerto. Luego regresa a la superficie. Serás victorioso, consérvate humilde. Siéntate, respira. Y luego sigue tu camino.
Debes medir con cuidado los próximos pasos a dar. El camino te conduce hacia un sitio peligroso. A fin de salir inmune, debes poder observar sin ser visto. Agazápate, fúndete con el suelo, y mantén los ojos bien abiertos. Flecta tus patas traseras, reúne los ejércitos contrae tu cuerpo y luego libéralo de un brinco. Salta sobre él. Sin notarlo, estará perdido.
¿En qué cosas impórtantes has claudicado? ¿Qué sentido tiene lo que estás viviendo ahora? ¿De qué manera se relacionan con el pasado? ¿Cuáles serán las consecuencias en el futuro? ¿Sigues manteniendo la dignidad de todo Guerrero? ¿Es tu corazón aún tierno y bondadoso? ¿Es tu espíritu tan gélido como para saltar al vacío? Un parpadeo basta. Y estarás a miles de millas de tu hogar . ¿Eres feliz?
Párate dignamente sobre la Tierra. De perfil. Tu mano sostiene la lanza. Su punta se dirige hacia el Cielo. Demuestra que estás dispuesto a batirte hasta la muerte. Marca un territorio, hazte Señor de él. Emana poder silente. Toda la furia está despierta pero agazapada, lista para saltar. Que tu adversario vea que el Universo entero está plantado ante él.
Gruñe si es necesario. Aúlla como el lobo de las montañas. Erízale la piel a tu enemigo. Intimídalo con la mirada fulgurante. El combate será evitado. La vida será preservada. Retírate humildemente aunque hayas triunfado. Esa es la vía del Guerrero.
Ya es suficiente. Has esperado por un tiempo prolongado. Te has abstenido de actuar esperando que las cosas retomaran su curso natural. Pero no lo han hecho. Así es que debes actuar. Esa persona ha avanzado más allá de lo debido. Ha pasado por encima de todos, ha pisoteado todas las dignidades que se le han atravesado por delante. Muchas lágrimas y frustraciones ha dejado tras de si y no siente arrepentimiento alguno.
Salta al precipicio. Arriésgalo todo y lánzate. Aunque todo en el exterior parezca indicar que morirás, inténtalo. La mano del Altísimo te recogerá en el último momento. Pasarás hambre y frío. Sentirás el horror apoderarse de tu piel durante la caída. Pero no dudes. Si lo haces, morirás. Confía en que nada te pasará. Y aterrizarás suavemente.
Los primeros rayos del sol llegan a la playa. Los ejércitos se han ordenado y todo está listo. La batalla se desencadenará de un momento a otro. No existe alternativa. Debes combatir.
Una vez rápido y otra vez lento. Una vez lento y otras vez inmóvil. Sé un continuo cambio de un animal a otro, de un elemento a otro. Agua contra roca. Fuego contra metal. Madera contra tierra. De esa manera, jamás podrás ser encasillado en patrón alguno y por lo tanto, serás imbatible.
Sigue a tu espontaneidad y mantente en estado gaseoso. Que tu adversario no sea capaz de tocarte, pero que sienta el poder de tus golpes. Usa tus manos, tus pies. Tus codos y tus rodillas. Esquiva, luego contraataca. Adelántate a sus movimientos y neutralízalos antes de que comiéncen a gestarse. Déjalo pasar y luego cae sobre él. inutiliza sus armas. Acorta la distancia, ataca y luego sal de su radio de acción. Lucha con todos los bríos de tu juventud.
Un par de sandalias viejas arrojadas a la vera del camino por un caminante cansado. Una botella de alcohol arrojada a la basura por un borracho sin destino. Algo insignificante, como lo que realmente somos. Llora, blasfema a tu Dios y quema sus imágenes si es necesario. Escucha el silencio de tu soledad. Estás sólo en el mundo. Nadie podrá hacer nada por ti. Estás perdido y desvalido. Deshecho. Una vez más, desintegrado en la adversidad.
Llega al fondo de tu tormento. Muere en cada célula de tu cuerpo. Pero durante tu calvario, sólo una cosa: una fina hebra roja que recorra tu columna de principio a fin. Que algo, un mínimo de conciencia y dignidad quede encerrada en ese espacio.
No perseveres obcecadamente en tu objetivo. Si todo se ha mostrado adverso y, lo que es peor, dudas, es que no es éste el momento ni el sitio oportuno. Vete sin dejar rastro alguno, y no habrá heridas que cicatrizar.
Para ello, reúne tus ejércitos, respira hondo y salta. Concéntrate en tu objetivo y nunca lo pierdas de vista. Sumérgete en lo que tienes que hacer y dedícate con disciplina guerrera a ello. Trabaja día y noche, con tesón y voluntad inquebrantable. Descansa lo necesario, reposa unos instantes y sigue adelante. No descuides, sin embargo, tu vida. Debes dormir bien y comer sanamente para seguir adelante.
Siéntelo palpitante, sensible a la vida. Libera los nudos. Que tu corazón escuche el susurro del Universo girando lentamente. Abre tus canales de percepción y conéctate con el Altísimo. Junta tus palmas e inclínate.
Tal vez es allí donde querías llegar y no te habías percatado de ello. O tal vez te convenga más seguir avanzando y dejar tu hogar atrás. Pero si deseas retomar la senda, debes desandar tus pasos. Piensa bien. ¿Adónde querías llegar? ¿Qué montaña estabas subiendo? Tú lo tienes claro, o al menos alguna vez lo tuviste. Recuerda ese momento de luz y reemprende el camino. Probablemente, debas retornar al origen antes de seguir. No te pierdas de nuevo. Puedes no encontrar siquiera una amiga de ojos grandes.
Disfruta con la compañía de tu bella y voluptuosa mujer. Vive cada orgasmo como si fuera el último, disfruta tus encuentros con cada centímetro de piel. Embriágate del perfume que emana de tu compañera y enróllate en su cabellera. Goza de tu desnudez y del sol bañando tu sexo.
Eso significará para ti el puente entre la muerte y el control del carruaje cuando hayas llegado al borde del precipicio. Una vez retener y otra vez soltar. Una vez contener y otra vez liberar. Luego deberá venir el tiempo de sentarse y reorganizar los ejércitos. Sólo así podrás seguir en la senda.
La cosa es que no hiciste lo que debías hacer en el momento justo. Debes aceptar con humildad tu equivocación. Si heriste, pide perdón. Sí destruiste, construye. Si separaste, une. Lo importante es que no cometas de nuevo el mismo error. Sólo así podrá el Sol brillar para ti.
Ahora bien, además de hacer cuanto esté a tu alcance por reparar lo dañado debes estar preparado para enfrentar las consecuencias que de tu accionar devengan. Reflexionar, corregir, esperar. Luego actuar. El cielo se refleja en el mar y sólo entonces mira hacia la Luna.
Eres parte de ello. Tienes todo para ser feliz así es que no busques nada más allá de ti. Agradece al Altísimo todo lo que has vivido, todo lo que eres. Conéctate con tu corazón, siente tus latidos. Respira, escucha. Elévate y respira nuevamente. Tu sonrisa iluminará el camino...
Yergue tu columna, concéntrate en el bajo vientre, relaja tu cuerpo, observa tu respiración. expándete. Cierra los ojos y haz el silencio: Conéctate con la Tierra, sintiendo el cordón umbilical que los une. Cobíjate en el vientre de tu Madre. Reposa, descansa, medita. Luego ve y actúa si es preciso.
Cuidate del frío, abriga especialmente tus pies. Si has llegado demasiado lejos, tendrás que esperar los deshielos primaverales para regresar. Mientras tanto, esfuérzate en dejar señales que otros hermanos puedan reconocer. Si quieres ayuda, si quieres ser visto debes hacerlo notar. Si estás verdaderamente perdido, encerrarte en nada ayudará.
El viento frenará cada vez más tu marcha. No sigas avanzando. Si continúas haciéndolo, quizás ya nunca puedas volver a casa. Extraviarás el camino para siempre, y vagaras errante por los mundos. Entonces vuelve a tu origen, a tu raíz. Remonta los ríos recorridos y refúgiate en la matriz. Volverás a sentirte protegido como un niño. Volverás a ser lo que eras antes de extraviarte. Sentirás el calor del vientre de tu madre, la tibieza del fuego de tu madriguera.
Nadie podrá hacerte daño allí. Estás a salvo. Deberás reponerte antes de iniciar un nuevo viaje. Estás muy débil ahora, aunque no puedas notarlo. Ten paciencia, renueva tus energías. Te sentirás seguro, listo para emprender el viaje nuevamente. Antes de hacerlo, besa a tu madre, a tu padre y a tu tierra.
Visitar su tumba, llevarles algo tuyo en ofrenda. Releer sus escritos, encenderles una vara de incienso o sentarte a meditar junto a ellos. Desanda tus pasos y vuelve a la raíz, Honra a tu bienamado Maestro. Busca también al hermano. Abrázalo como años atrás, luego de una gran batalla.
Te ha acogido como a un hijo cuando te has ido de su lado. Ha curado tus heridas. Ha escuchado pacientemente tus interminables preguntas y siempre ha tenido tiempo para ti. Desanda tus pasos y vuelve a la raíz. Honra a tu bienamado Maestro.
Pero no es ni lo suficientemente fuerte ni lo suficientemente sabio como para reordenar los Ejércitos y tensar su arco. Así es que lucha al frente de él protegiéndolo, hasta que la batalla esté ganada. Entonces, al amanecer, cuando tu discípulo repose, retírate en silencio sin dejar rastro de ti.
Te molestará con mil y una preguntas inútiles e insensatas. Dudará de ti, y hasta es posible que te abandone. Pero debes estar siempre allí, con los brazos abiertos para acogerlo como a tu propio hijo criarlo, y comprenda y vuelva. Tú lo serás todo para él.
Sus ojos te observarán ávidos de conocimiento. Estudiará tu forma de caminar y la imitará. Copiará tu forma de coger el tenedor pues pensará insensatamente que eso le conducirá a la iluminación. Pero no importa. En algún momento comprenderá. Cuando ese momento llegue, habrán establecido una de las relaciones más hermosas de esta Tierra. Serán Maestro y discípulo. Serán uno solo.
Suspenderse en el aire. Dejarlo todo en manos del Altísimo. Entrégate al destino. Confía en que todo será para mejor, aunque no seas capaz de entenderlo ahora. Siéntate. Respira. Entrégate.
A lo lejos, el Sol se eleva. Es la última vez para mí. Los lobos emprenden el viaje. Imagina que hoy es tu último día. ¿Estás preparado a morir? ¿Qué cosas quedarían pendientes, sin resolver con tu muerte? ¿Qué cosas lamentarías no haber hecho?